domingo, 30 de junio de 2019

Snobs y patada a la RAE en salva sea la parte. Deconstrucción social.

Los filósofos suelen decir que pensamos a través de las palabras, que las ideas son como entes sin definir, vaporosos, hasta que no las refleja el lenguaje; mantienen que la realidad no se concreta hasta que las ideas se nombran, se verbalizan o escriben. Eso bien lo saben quienes construyen el relato que ha de ser digerido y aceptado por las masas. Por ejemplo, decía el comunista Antonio Gramsci (Ales, Cerdeña, 22 de enero de 1891 - Roma, 27 de abril de 1937) que para conseguir la hegemonía cultural e imponer una visión determinada sobre la realidad era vital el control de las palabras desde el Poder: "La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad". Además, explicaba cómo conseguir este control social: "La conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados "orgánicos" infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios". 

Gramsci, que aunque comunista no era tonto, se dio cuenta de que al marxismo de su época se le terminaba la mecha de la lucha de clases como espoleta para la revolución; vio claramente cómo el obrero se iba transformando, muy lentamente, en alguien que empezaba a poder vivir de su trabajo y en alguien que empezaba a tener acceso a unas propiedades (suyas, no del Estado) que legar a sus hijos, por pequeñas e insignificantes que estas fueran. El marxista italiano cayó en la cuenta de que al asalariado occidental ya no le interesaban las revoluciones ni la búsqueda, a sangre y fuego, de la dictadura del proletariado. No, más bien era una persona que buscaba la paz y la estabilidad social que permiten la existencia de un empleo con el que sacar adelante a su familia y, llegado el caso, legar a estos el fruto de su trabajo, por insignificante que este fuera. 

Llegados a este punto, el comunista italiano sintió la necesidad de trasladar la lucha de clases marxista a otros campos de las relaciones humanas (su simiente ideológica la perfeccionaría la Escuela de Frankfurt). Era la hora de encontrar otros pares de opuestos opresor/oprimido que al enfrentarlos entre sí dieran nuevos bríos al proceso revolucionario, o dialéctico, como suelen decir los marxistas siguiendo a Hegel. De ese modo y andando el tiempo, la lucha del obrero contra el patrono se trasladó a la lucha de la mujer contra el hombre (nuevo feminismo), indígenas contra conquistadores (indigenismos), al hombre contra el ecosistema (ecologismos ideológicos) y, finalmente, al hombre contra su propia naturaleza biológica (Ideología de Genero), que incluye en un lugar muy destacado a la lucha de la mujer contra la maternidad (porque la esclaviza), es decir, a la mujer contra ella misma (porque le arranca de cuajo un aspecto importantísimo de su naturaleza). Pues bien, para que este relato revolucionario tuviera cabida y aceptación en la sociedad era necesario colonizar la cultura y, por supuesto, crear una bandada de palabras (y palabros) para crear nuevas mentalidades, para colonizar las mentes y enturbiar el espíritu, idiotizándolo.

En la actualidad, destrozar el diccionario y las reglas gramaticales se ha convertido en una prioridad para los marxistas de nuevo cuño, y también en un deporte molón para los snobs de cualquier edad y condición. 

En estas estamos y en esas manos andamos. Dicen que la historia funciona como un péndulo, que esto pasará y se impondrá finalmente la cordura, el caso es que soy pesimista en este punto pues el mal ha echado raíces muy profundas. Por estar, ya está incluso en los parvularios de nuestros hijos o nietos.

2 comentarios:

  1. De momento el péndulo sigue sin volver. Un saludo

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    1. Haría falta un relato contrario al hegemónico pero ese relato, de armarlo, nunca contará con la cobertura mediática que se necesita para que llegue al votante. No creo que vuelva. Saludos.

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