La Peste.

Tras la revolución bolchevique (octubre 1917) y el triunfo de los soviets, la peste comunista amenazó con extenderse por Europa, la epidemia consiguió sumir en la miseria y en la desolación a los habitantes de los países vecinos de la potencia emergente de los soviets, la URSS, convirtiéndolos en sus satélites. Pasadas las décadas, tras la caída del telón de acero en 1989, la visión fue dantesca para los observadores occidentales: miseria y unas sociedades formadas a imagen y semejanza de los hormigueros; comunidades deshumanizadas en las cuales el individuo había sido reducido a hormiga obrera bajo el paraguas de un Estado totalizante. Personas a las que se había extirpado su dimensión trascendente para reducirla al hombre gris y sin vida que podemos leer en la distopía orwelliana de 1984.

Desde 1931, pero especialmente desde 1934, la potencia de los soviets comandada por el genocida Iósif Stalin intentó lo mismo con nuestro país, España. Fracasó. La peste comunista, de la mano de los socialistas afines a Largo Caballero (conocido por los suyos como "el Lenin español"), fue derrotada en nuestro país. La tragedia humana que supuso la Guerra Civil comenzó tal día como hoy, un 18 de julio de 1936. Los responsables de aquella guerra que enfrentó a hermano contra hermano fueron quienes vieron en los soviets el paraíso en la tierra, y en las chekas el intrumento para hacerlo posible, aunque todavía haya hoy quien loe aquella II República en lo que supone un ejercicio de enorme ceguera e ignorancia, o lo que es peor, de un discurso plagado de cinismo y sectarismo superlativos, además de una mezquindad poco o nada disimulada.