domingo, 11 de agosto de 2019

Libros, fragmentos (2)

Fragmento del libro La opción Bnedictina, una estrategia para los cristianos en una sociedad postcristiana, (2017, Ed. Encuentro) del escritor y periodista norteamericano Rod Dreher:

Si no lo hacemos nosotros, la cultura dominante asumirá nuestro papel. La pornificación del espacio público avanza sin titubeos. Parafraseando al gran teórico de la comunicación Neil Postman, la infancia se acaba cuando los niños tienen acceso a ordenadores o teléfonos y ven porno.

Los padres deberían controlar el acceso a la tecnología de sus hijos con una mano mucho más dura, pero es verdad que no se les puede mantener permanentemente en una burbuja. Es un problema muy difícil de acotar, es verdad, pero los padres responsables en general y los cristianos en particular, no podemos tomárnoslo a la ligera. El daño moral y espiritual de la pornografía debería parecernos más que evidente, el porno nos deshumaniza y destruye la imagen de Dios en el rostro de quien lo practica. Y lleva, a su vez, a quienes lo consumen a ver a los demás como simples objetos para el placer sexual. Destruye la conexión entre el sexo y el amor. Nada nuevo bajo el sol.

Sin embargo, hace poco que unos neurocientíficos han descubierto que el consumo de pornografía tiene efectos potencialmente devastadores en el cerebro. Ver porno inunda de dopamina y oxitocina las zonas del cerebro en las que se procesa el placer. Cuanto más porno se consuma, más y más porno se necesitará consumir, más y más fuerte, más salvaje. El funcionamiento es exactamente igual al de una droga muy potente, incluida la adicción y los problemas para que la biología del cerebro retorne a la normalidad. Definitivamente, la pornografía altera los circuitos cerebrales de modo que cada vez resulta menos probable que un consumidor se sienta atraído por alguien corriente.

En 2015, la revista Times llevó a portada un artículo sobre la ubicuidad de la pornografía en el destaca las historias de jóvenes que crecieron ya en la era smartphone  (que llegó a nuestras vidas en 2007) y que, por lo tanto, han tenido acceso permanente a vídeos de porno duro allá donde fueran. La escritora Belinda Luscombe dijo lo siguiente:

Su generación ha consumido contenido explícito de todo tipo en cantidades inimaginables en el pasado, en dispositivos diseñados para ofrecer dicho material rápida y directamente, y todo a una edad en la que su cerebro era más plástico y, por lo tanto, más susceptible de sufrir un cambio permanente. Estos jóvenes tienen la impresión de que son los conejillos de indias de un experimento de condicionamiento sexual que ya dura una década, que se ha realizado prácticamente sin supervisión y sin su consentimiento. 


Post Data: Sobre las consecuencias de la pornografía en la violencia contra las mujeres y sobre sus efectos perniciosos en el cerebro pueden echar una ojeada aquí, aquí, aquí y aquí.

2 comentarios:

  1. Que triste realidad mencionas, hoy en día apenas hay infancia y cada vez se ven más parejas demasiados jóvenes sin ningún tipo de moral y claro pronto terminarán para volver a tener otra pareja y otra trás otra.A pocos les interesa ya formar una familia sólo buscan el placer.Saludos cordiales

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. “La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será acerca del matrimonio y de la familia”, afirmó Sor Lucía en una carta en tiempos de San Juan Pablo II.

      Siempre ha habido perversión entre los humanos, la diferencia es que ahora parece planificada con fines muy concretos. La destrucción de la familia natural pasa por aspectos como el que mencionas, Charo. Un culto a la irresponsabilidad individual que se cimenta sobre el hedonismo y la aversión al compromiso de por vida; la creación de unos individuos que hartos de retozar por los aspectos más animales de la naturaleza humana vayan perdiendo definitivamente su referencia en Dios, en Jesucristo y en Su Santísima Madre. La guerra está ganada, pero las batallas son muy cruentas. Saludos cordiales.

      Eliminar