sábado, 25 de enero de 2020

Un libro de interés con prólogo de Mons. Schneider.

Es el prólogo escrito por Mons. Athanasius Schneider  al libro "Inflitración. El complot para destruir la Iglesia desde dentro" (Taylor R. Marshall, Ed. Homo Legens) a fecha 11 de abril de 2019.


PRÓLOGO

"En Infiltración: el complot para destruir la Iglesia desde dentro, Taylor Marshall trata un tema que hoy se ignora deliberadamente. El asunto de una posible infiltración en la Iglesia por fuerzas externas a ella no cuadra con la imagen optimista que el papa Juan XXIII y, particularmente, el Concilio Vaticano II dibujaron, de manera irreal y acrítica, del mundo moderno. En los últimos sesenta años ha habido una continua y creciente hostilidad hacia la Divina Persona de Jesucristo y su postulado de ser la única Redención y el único Maestro de la humanidad. Esta hostilidad del mundo moderno, considerado como “bueno”, “tolerante” y “optimista”, se expresa en eslóganes tales como “no queremos que Cristo reine sobre nosotros”, “queremos ser libres de cualquier exigente verdad doctrinal o ley moral” y “jamás reconoceremos una Iglesia que no acepte incondicionalmente la mentalidad del mundo moderno”.

Esta hostilidad ha llegado a su culmen hoy en día. Son muchos los altos miembros de la jerarquía católica que, no sólo han capitulado ante las estériles demandas del mundo moderno, sino que están colaborando, con o sin convicción, en la implementación de estos principios en la vida cotidiana de la Iglesia, en todas las áreas y en todos los niveles. Muchos se preguntan cómo ha podido suceder que la doctrina de la Iglesia, su moral y su liturgia se hayan desfigurado hasta este punto. ¿Cómo es que hay tan poca diferencia entre el espíritu predominante en la vida de la Iglesia en nuestros días y la mentalidad del mundo moderno? El mundo moderno, después de todo, se inspira en los principios de la Revolución francesa: la libertad absoluta del hombre respecto de cualquier revelación divina o mandamiento; la absoluta igualdad que abole no sólo la jerarquía, sino también las diferencias entre sexos; y una hermandad del hombre tan acrítica que incluso elimina las distinciones basadas en la religión. Sería deshonesto e irresponsable señalar únicamente la crisis presente dentro de la Iglesia y dedicarse sólo a lidiar con los síntomas. Debemos examinar las raíces de la crisis, que puede ser identificada de forma decisiva (como ha hecho Taylor Marshall en su libro) como una infiltración del mundo no creyente, y especialmente de la masonería –una infiltración que, según los estándares humanos, podría tener éxito simplemente siguiendo un proceso largo y metódico.

Como señaló el papa León XIII cuando abrió los Archivos Secretos Vaticanos, cuando se investigan y se exponen hechos históricos –incluso si estos son com-prometidos y problemáticos– la Iglesia no tiene nada que temer. Este libro revela las significativas raíces históricas de la actual crisis global de la Iglesia y arroja luz sobre otros hechos intrigantes del pasado. Debido a la falta de suficientes recursos materiales y dado que los relevantes Archivos Vaticanos permanecen cerrados a los investigadores, algunos asuntos tratados en este libro (como las circunstancias que rodean la muerte de Juan Pablo I) no deben ser consideradas más que hipótesis. Otros argumentos aquí presentados, sin embargo, señalan la existencia de un notable hilo rojo que recorre sistemáticamente la historia del pasado siglo y medio de la historia de la Iglesia. La Iglesia de Cristo siempre ha sido y siempre será perseguida. Y siempre estará infiltrada por sus enemigos. El problema es sólo el de la extensión de esta infiltración, y esto está determinado por el grado de vigilancia ejercido por aquellos en la Iglesia que son designados como “vigilantes”, que es el significado literal de la palabra episcopos –esto es, obispo. El mayor vigilante en la Iglesia es el Romano Pontífice, el supremo pastor tanto de los obispos como de los fieles. La primera infiltración en la Iglesia sucedió con el apóstol Judas Iscariote. Desde entonces ha habido en la Iglesia intrusos –sacerdotes, obispos e incluso, en casos muy raros, papas– a los cuales Nuestro Señor llamó “lobos con pieles de cordero”.

Es noble y meritorio dar la voz de alarma cuando los ladrones y otros intrusos penetran secretamente en la casa y envenenan la comida de sus habitantes. En los pasados cincuenta años esta alarma ha sido dada numerosas veces por obispos, sacerdotes y fieles laicos valientes. Sin embargo, quienes ocupan los altos cargos de la Iglesia no han prestado atención a estas voces de alarma y así, los intrusos –lobos con piel de cordero– han podido causar estragos sin ser molestados en la casa de Dios, la Iglesia.

Con la devastación y la confusión de la Iglesia a la vista de todos, ha llegado el momento de mostrar las raíces históricas y de señalar a los autores del daño. Podría ayudar a la Iglesia a despertar de su letargo y a dejar de actuar como si todo estuviese bien. El libro de Taylor Marshall es una importante contribución al trabajo de crear conciencia de la situación y, a la vez, tomar medidas preventivas y contramedidas en el futuro. San Agustín nos dio la siguiente descripción, realista aunque consoladora, sobre la verdad de que la Iglesia siempre sería perseguida:
Frecuentemente me combatieron desde mi juventud (Sal 128, 1). ... La Iglesia existe desde antiguo... En algún tiempo existía sólo la Iglesia en Abel, el cual fue vencido por el perverso... hermano Caín (Gén. 4, 8). En algún tiempo existió sólo en Enoc, el cual fue arrebatado de los inicuos (Gén 5, 24). En algún tiempo existió sólo en la casa de Noé, el cual soportó a todos los que perecieron en el diluvio al nadar sola el arca en las aguas y quedar en lugar seco (Gén 6-8). En algún tiempo existió la Iglesia sólo en Abrahán, de quien sabemos las cosas que soportó de parte de los enemigos. Existió en sólo Lot, hijo del hermano de Abrahán, en su casa de Sodoma, el cual soportó las iniquidades y perversidades de los sodomitas hasta que Dios le sacó de en medio de ellos (Gén 13-20). También comenzó a existir la Iglesia en el pueblo de Israel, que soportó al faraón y a los egipcios... Por fin se llegó a nuestro Señor Jesucristo, se predicó el Evangelio, como se había dicho en los salmos. Para que la Iglesia no se admire ahora o para que nadie se admire en la Iglesia al querer ser miembro bueno de la Iglesia, oiga a la misma Iglesia, su madre, que le dice: “Hijo, no te admires por estas cosas; frecuentemente me combatieron desde mi juventud, pero no pudieron conmigo” (Exp. Sal 128)
Ni siquiera el más pérfido de los complots para destruir a la Iglesia desde dentro tendría éxito. Por lo tanto, nuestra Madre Iglesia contestará con la voz de sus niños inocentes, de sus hombres jóvenes y puros, de sus vírgenes, de sus padres y madres de familia, de sus valientes y caballerescos apóstoles laicos y apologetas, de sus castos y celosos sacerdotes y obispos, de sus religiosas y, especialmente, de sus monjas de clausura, joya espiritual de la Iglesia: “¡No podrán conmigo!”.

Christus vincit! Christus regnat! Christus imperat!

+ Athanasius Schneider
Obispo Auxiliar de la
Archidiócesis de Santa María en Astana
11 de abril de 2019

10 comentarios:

  1. Teniendo a Cristo con nosotros su Iglesia y la nuestra jamás será vencida por muchos desmanes y persecuciones que ha pasado, pasa y pasará.Saludos

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    1. No hay duda sobre ello, Charo. "Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mateo 16:18).

      Dicho lo cual, lo que escribe Monseñor Athanasius Schneider en el prólogo al libro del Sr. Taylor R. Marshall es francamente desolador. Aunque ya lo dijo antes la Santísima Virgen María en Fátima y en algunos lugares más. Saludos cordiales.

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  2. Me lo pido... Mañana, Dios mediante, lo encargo a mi librero. Muchas gracias Peregrino!!
    Abrazos fraternos.

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    1. Gracias a ti, Kim. Ya me dirás qué te ha parecido. Es demoledor.
      Abrazos fraternos.

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  3. Es importante que alguien hable de ello. Un beso

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    1. Así lo creo, y es señal de ello que, al hacerlo, se nos tache de fundamentalistas. Como si ir a los fundamentos de la Fe, a sus raíces, fuera lo errado y lo contrario fuese lo cierto y sensato. Saludos cordiales.

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  4. Me lacera el corazón leer ciertos comentarios sobre nuestro Señor Jesucristo, a veces eso de poner la otra mejilla y perdonar a pesar de todo, es hartamente difícil, solo El es capaz de hacerlo. Intentaré buscar el libro aunque ya se que me va a costar leerlo.
    Besos

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    1. No es cosa sencilla permanecer en calma cuando se ataca, ningunea o relativiza a Nuestro Señor Jesucristo y a nuestra Madre la Virgen María. Es muy complicado y, lamentablemente, ya somos como islas en un mar apóstata y blasfemo. Saludos cordiales.

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  5. especialmente de sus monjas de clausura... ¡me ha encantado esta alusión! Hoy en dia cuando se menosprecia tanto, desde los altos puesto de una jerarquía desnaturalizada, alguien las menciona y alaba sus vidas. Aunque ellas no lo precisan, ya que se han entregado al Divino Esposo, que sabe cuidarlas y hacerlás fecundas espiritualmente, para la salvación de muchos.
    Gracias, Peregrino
    Dios te bendiga en abundancia a ti y los tuyos

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    1. Las monjas de clausura, esposas de Cristo, son la constatación viva de que Jesucristo hizo digno al ser humano al extremo de convertirlo en hijo de Dios. Ellas, con su don de Dios y su oración callada, son la prueba viva de que la mujer es la clave de bóveda en la Iglesia de Cristo.
      Gracias a ti, Neila, y Dios te bendiga en abundancia.
      Saludos fraternos.

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