1. En aquel tiempo Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. 3. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» 4. Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» 5. Entonces el diablo lo lleva consigo a la Ciudad Santa, lo pone sobre el alero del Templo, 6. y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» 7. Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.» 8. Todavía lo lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, 9. y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» 10. Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.» 11. Entonces el diablo lo dejó. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían."
Nota: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» No sólo de lo que nos ofrece este mundo contingente, que pasa, vive el hombre. Hay algo más que el abonarse continuamente a esta feria de vanidades que nos ofrece el mundo. En verdad, a menudo somos tentados por satanás para abandonar el rigor de una vida cristiana, honrada y consecuente, por otra a la que los tahúres de este valle de sombras llaman "una vida libre bajo la ley del hombre y sus emociones, sus instintos". El camino que lleva al Infierno está empedrado con esa falsa "libertad" que nos tienta a no ser aquello que somos por Jesucristo: hijos de Dios.
Ante las embestidas del tentador, ofreciéndonos toda clase de comodidades y placeres sensoriales, jamás debemos dialogar con el señuelo de conseguir un alivio a las cargas y cansancios que muchas veces nos ofrece la vida; no debemos dialogar porque el Diablo nos supera con largueza en inteligencia, astucia y malas artes. No, no hay que apuntar al juego de espejos y sombras chinescas que nos rodea porque: «nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas». (Ef 6,12). Vivamos con y para Cristo, y recordemos, tal y como decía San Ambrosio (Exposición sobre el Salmo 118, XX 45-48, 51), que «donde satanás asedia, allí Cristo está presente y defiende los muros de la fortaleza espiritual».
Pido al Padre nos libre de caer en las tentaciones y que nuestro alimento espiritual sea siempre la Palabra de Dios hecha carne en la Eucaristía.Saludos
ResponderEliminarLo has expresado muy bien, Charo. Pedir al Padre que no nos deje caer en las tentaciones, prque tentaciones las hay y las habrán. Ahora, caer en ellas depende de nuestra apertura a la Gracia de Dios. Saludos cordiales.
Eliminar