Puede definirse a la virtud de la humildad como: “Una cualidad por la que una persona considerando sus propios defectos tiene una pobre opinión de sí misma, y se somete voluntariamente a Dios y a los demás por amor a Dios.” San Bernardo la define como: “Una virtud por la que un hombre, conociéndose a sí mismo como realmente es, se rebaja". Estas definiciones coinciden con la de Santo Tomás: “La virtud de la humildad", dice, "consiste en mantenerse dentro de los propios límites, sin tratar de alcanzar cosas que están sobre uno, sino sometiéndose a la autoridad del superior" (Suma Contra Gentiles, lb. IV, cap. LV, tr. Rickaby). Para evitar caer en una idea errónea de humildad, es necesario explicar cómo debemos valorar nuestros dones en relación con los de los demás. La humildad no exige que consideremos que los dones y gracias que nos ha concedido Dios en el orden sobrenatural son de menor valor que los dones y gracias similares que vemos en otros. Nadie debería estimar menos en sí mismo que en los demás estos dones de Dios que deben ser valorados sobre todas las cosas; en palabras de San Pablo: "para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado" (1 Cor. 2,12). Tampoco exige la humildad que en nuestra estimación demos un menor valor a los dones naturales que tenemos que a aquellos similares de nuestros prójimos; caso contrario, como enseña Santo Tomás, esto haría que todos se consideraran más pecadores o ignorantes que su prójimo; pues el Apóstol sin perjuicio a la humildad fue capaz de decir: “Nosotros somos judíos de nacimiento y no gentiles pecadores" (Gál. 2,15). Por eso, podemos interpretar las expresiones de humildad de los santos como verdaderas y sinceras. Además, su gran amor a Dios hizo que vieran la malicia de sus faltas y pecados bajo una luz más clara que la que se da ordinariamente a personas que no son santos.
Las cuatro virtudes cardinales son prudencia, justicia, fortaleza y templanza, y todas las demás virtudes morales están adheridas a ellas como partes intrínsecas, potenciales o subjetivas. La humildad está anexa a la virtud de la templanza porque la templanza incluye todas aquellas virtudes que refrenan o expresan los movimientos desordenados de nuestros deseos o apetitos. La humildad, así, es una virtud moderadora que se opone al orgullo y la vanagloria o a ese espíritu dentro de nosotros que nos lleva a querer cosas que están más allá de nuestras fuerzas o capacidad, y por lo tanto está incluida en la templanza de la misma forma que la mansedumbre, que modera a la ira, es parte de la misma virtud. Se dice que la humildad es el cimiento del edificio espiritual, aunque en un sentido inferior a aquel por el que la fe es conocida como tal. La humildad es la virtud primera en cuanto elimina los obstáculos a la fe per modum removens prohibens, como expresa Santo Tomás. Elimina el orgullo y sujeta al hombre, haciéndolo un digno receptor de la gracia conforme a las palabras de Santiago: “Dios resiste al soberbio y da su gracia al humilde" (Stgo. 4,6). La fe es la principal y la virtud fundamental positiva de todas las virtudes infusas, porque es por ella que podemos dar el primer paso en la vida sobrenatural y en nuestro acercamiento a Dios: “Porque aquel que se acerca a Dios, debe creer que Él existe y que recompensa a los que lo buscan" (Heb. 11,6). La humildad, en la medida en que parece mantener la mente y el corazón sometidos a la razón y a Dios, cumple una función propia en relación con la fe y todas las demás virtudes, y puede ser por lo tanto considerada como una virtud universal.
Es, en consecuencia, una virtud necesaria para la salvación y como tal impuesta por Nuestro Divino Salvador, especialmente cuando dijo a sus discípulos: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón: y encontraréis descanso para vuestras almas" (Mt. 11,29) También enseña sobre esta virtud mediante estas palabras: "Bienaventurados seréis cuando os insulten, persigan y calumnien por mi causa: Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será muy grande en el cielo" (Mt. 5,11-12). Del ejemplo de Cristo y sus santos podemos aprender la práctica de la humildad que Santo Tomás explica (Contra Gentiles, lb. III, 135):
“La aceptación voluntaria de humillaciones es una práctica de humildad no en cada uno y en todos los casos sino cuando se realiza con un fin necesario: ya que siendo la humildad una virtud, no hace nada en forma indiscreta. Por lo tanto no es humildad sino un absurdo aceptar todas y cada humillación: pero cuando la virtud exige realizar algo corresponde a la humildad no dejar de realizarlo, por ejemplo no rehusar prestar un servicio inferior cuando la caridad exige ayudar al prójimo... Incluso, a veces, aunque no sea deber aceptar humillaciones, es un acto de virtud hacerlo con el fin de alentar a otros a través del ejemplo para que puedan soportar más fácilmente lo que se les impone: un general a veces deberá ocupar el puesto de soldado raso para alentar al resto. A veces podemos hacer un uso virtuoso de la humildad como remedio. Si la mente de alguien se inclinara a la vanagloria indebida, puede beneficiosamente usar en forma moderada las humillaciones, ya sea impuestas por sí mismo o por otro, para medir la exaltación de su alma colocándose al mismo nivel que la clase más baja de la comunidad en la realización de las peores tareas"San Benito establece en su regla doce grados de humildad. San Anselmo, citado por Santo Tomás menciona siete. Estos grados están aprobados y explicados por Santo Tomás en su "Suma Teológica" (II-II: 161:6). Los vicios que se oponen a la humildad son soberbia: como defecto, y una exagerada complacencia o desprecio de sí mismo lo que constituiría un exceso de humildad. Esto podría considerarse despectivo para una persona con un cargo o naturaleza sagrada; o podría servir sólo para fomentar el orgullo en otras personas mediante adulaciones indebidas que ocasionarían pecados de tiranía, arbitrariedad y arrogancia. La virtud de la humildad no puede practicarse en una forma externa que ocasione dichos vicios o actos en los demás.
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Magnificat
(Lucas 1, 46- 55)
46. Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor 47. y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador 48. porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, 49. porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre 50. y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. 51. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. 52. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. 53. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. 54. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia 55. -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»
Muy aleccionador. Un beso
ResponderEliminarE importante. Saludos cordiales.
EliminarLa humildad es una gran virtud, me gustan las personas humildes y huyo de las que tienen su ego muy elevado y por lo tanto son orgullosas y soberbias pero tras leer este escrito me pregunto: ¿ Donde está el punto adecuado en la que debe de llegar la humildad para no caer en el exceso? Nunca me lo había planteado hasta ahora y me sigo preguntando ¿ Es muy grave ese exceso de humildad? Qizá diga un disparate pero creo que Cristo se humilló en exceso al ser crucificado y ese exceso redimió a toda la humanidad.Saludos
ResponderEliminarCristo es Dios. El Plan de Salvación, Su obra redentora, pasó por humillar al extremo Su natualeza humana pues, al hacerlo, crucificó la raíz de la maldad originada en la Caída abriéndonos las puertas del Cielo a quienes en Él creemos. En nuestro caso, lo admito, es muy difícil encontrar ese equilibrio que mencionas. Como dice Sto. Tomás, la humillación tiene sus matices, y es recta cuando obedece a un fin mayor, más bueno y más justo. Y al contrario, el exceso de humildad, a menudo, denota precisamente una falta palmaria de esa virtud, pues en el fondo busca el reconocimiento y las loas de nuestros semejantes. Se parece al orar y a lo que nos dice Jesucristo en el Evangelio de Mateo cuando advierte de la hipocresía que supone orar en las esquinas de las plazas o en los ángulos de la sinagoga con el fin oculto de ser vistos por los demás. Dice Nuestro Señor que estos, en verdad, ya han cosechado la recompensa del Padre, que todo lo ve aún en el secreto de nuestros corazones. Si los excesos no suelen ser buenos, debemos preguntarnos a nosotros mismos qué hay detrás de pasar por muy humildes a los ojos de los demás porque, ¿acaso no es esa otra cara de la soberbia y del orgullo?.
EliminarPodría resumirse, creo, en lo que dice el artículo cuando afirma que, la humildad, es esa actitud sincera que nace cuando nos sabemos realmente muy poca cosa; cuando nos sabemos pecadores y ponemos toda nuestra vida, palabras y pensamientos, en manos del Padre: "Hágase Tu Voluntad, así en la Tierra como en el Cielo". Se dice rápido, pero el equilibrio es muy complicado y hasta los santos dieron fe de ello. ¡Estrecha es la puerta que lleva a la Salvación y ancha y empedrada la que lleva a la perdición!
Saludos cordiales.
Aprended... nuestra Madre tiene un taller de humildad que comienza con el rezo diario del Santo Rosario, una meditación inagotable para sencillos, pequeños y niños. Inaccesible para el resto, de la mano de Mamá María crecemos en humildad, el silencio de la oración que escribía Neila son fundamentales para que crezca y arraigue en nuestro corazón. Me gusta leer sobre las Virtudes, si preguntas por las cumbres, te hablarán de la gracia de la humildad, como si fuera una virtud teologal o una manzana que cae del cielo. Abrazos fraternos.
ResponderEliminarY además de manera breve pero completa y contundente: "He aquí a la esclava del Señor, hágase en mi según Tu Palabra".
EliminarAbrazos fraternos.
sí Peregrino, pedir siempre que se haga en mí, me recuerda otra que es un gran Evangelio; "Haced lo que Él os diga". Que no es maestra de grandes rollos, concreta siempre. Concreta.
EliminarAbrazos fraternos.
Así es, hermano. Hay que despojarse de la tendencia que tenemos a ser el punto (0,0) del sistma de referencia. Nadie cómo Nuestra Madre del Cielo para entenderlo, nadie como Ella para asegurar el paso estrecho que lleva a la Vida. En Ella lo hallamos a Él. ¡Bendito sea por siempre Su Inmaculado corazón!
EliminarAbrazos fraternos.
Ser humilde va de la mano del ser manso, como nos enseñó el Sagrado Corazón de Jesús.
ResponderEliminarSon metas a las que aspirar de por vida, ayudados por la gracia de Jesucristo.
Abrazos fraternos
Muy de acuerdo, Neila. La humildad plena, recta, de corazón, es una cosa para trabajarla todos los días, y siempre, siempre, con el auxilio de la Gracia de Jesucristo. No hay otro camino que ese.
EliminarAbrazos fraternos.