Feliz Navidad.

La Navidad, la Encarnación de Dios en el espacio y en el tiempo; en la carne y de la carne de la Santísima Virgen María, que es así Hija y Madre de Dios al mismo tiempo. Y Madre nuestra por Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero. 

La Navidad, luz de nuestros pies y candil de nuestro camino en el peregrinar por este mundo que pasa, es el cumplimiento de la Promesa hecha por Dios a los hombres; el punto cero de la historia y el arranque de los tiempos que han de conducir a la segunda y definitiva venida de Cristo. Por Navidad, la paradoja de la humanidad caída se renueva cada año, pues de entre los hombres caídos se elevan, cada Navidad, los aullidos de los irredentos en sus tristes y grises liturgias quejumbrosas; los lamentos de quienes extirparon a Dios de sus vidas y que año tras año exponen sus amarguras lacrimógenas por la miseria que asola este mundo que ha negado a Dios. Paradoja que se renueva cada Navidad, pues estos hombres vacíos y vencidos han querido matar a Dios y a la vez lloran los frutos amargos que provoca Su ausencia en las sociedades que ellos han contribuido a crear; hormigueros sin alma por los que claman y a la vez maldicen. Sólo una humanidad en Cristo y guiada en su acción por los mandamientos de Dios puede abandonar la miseria y las injusticias causadas por la negación y abandono de Su Ley; preceptos cuya observancia siempre cosecha amor y justicia. Sólo Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida.

¡Vayamos a Belén a adorar a Jesucristo, Dios entre nosotros! ¡Vayamos a Belén a adorar a la Sagrada Familia! ¡Feliz y Santa Navidad!