1. Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte, a un monte alto. 2. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. 4. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» 5. Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.» 6. Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. 7. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.» 8. Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. 9. Y cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»
Nota: Un Evangelio que es Luz, la Luz de Jesucristo, el Hijo de Dios. Pedro, Santiago y Juan vieron a Nuestro Señor en Cuerpo Glorioso antes de la Resurrección, aun así, Pedro le negó tres veces antes de que cantara el gallo. Nosotros no hemos visto el Cuerpo Glorioso de Jesucristo, anticipo de nuestra propia resurrección por Obra Suya, sin embargo tenemos al Hijo de Dios en la Eucaristía: ¿con qué actitud tomamos Su Cuerpo en el Sacramento? ¿lo hacemos de forma mecánica siguiendo la inercia de la costumbre o somos plenamente conscientes de estar participando, ya en cuerpo mortal, de la inmortalidad y la resurrección de nuestra carne? La diferencia entre una u otra actitud es la que separa nuestra vida eterna en Su presencia, en Cuerpo Glorioso, de una eternidad en manos y en presencia de devorador de almas; del Mentiroso y asesino de hombres. Nuestra Luz, ahora, es la Luz de la Eucaristía y la Luz de Su Palabra dada en los Evangelios. No hagamos el indio, nos jugamos la Vida, y no precisamente la que dura unos cuantos años, es decir, la que dura lo que dura un parpadeo.
Yo comulgo en la boca. Un beso
ResponderEliminarSiendo importantes las formas, aquí de lo que se trata es del fondo. Saludos cordiales.
EliminarDespués de lo leído creo sinceramente que, al menos yo, no soy consciente del todo del acontecimiento del que estoy participando en el momento de recibir la Eucaristía, de lo contrario mi vida sería distinta pues sería mejor cristiana.Saludos
ResponderEliminarDebo aclarar que también me incluia en los, a veces, despistados o dispersos durante la celebración de la Santa Misa y de la Eucaristía. Somos humanos, y nuestra mente es difícil de domar. Hay que perseverar en la oración, y como decía, me incluyo en la nota. Saludos cordiales.
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