San Mateo 5, 1-12a. Las Bienaventuranzas.
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
La Iglesia triunfante y la Iglesia purgante.
Del Catecismo de la Iglesia Católica, numerales: 1022-1023-1026-1027-1029 a 1031.
Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación, bien para condenarse inmediatamente para siempre. «A la tarde te examinarán en el amor» (San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias, 57).
Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven "tal cual es", cara a cara. Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama "el cielo" . El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones.
Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha "abierto" el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en Él y que han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a Él.
Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo, sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman" (1 Co 2, 9).
En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera. Ya reinan con Cristo; con Él "ellos reinarán por los siglos de los siglos".
Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura habla de un fuego purificador... Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura.
Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.
Los tiempos están complicados. Un beso
ResponderEliminarNo hay otra, a la Pasión de Cristo ha de seguirle la Pasión de Su Iglesia. Saludos cordiales.
EliminarTiempos en verdad muy duros en los que debemos de estar vigilantes y no quedarnos dormidos.Que Dios y nuestra Madre nos ayuden y siempre se haga la voluntad del Padre, yo me pongo en sus manos y acepto lo que Él haga.Saludos
ResponderEliminarTiempos postreros. Te recomiendo la relectura del Libro de la Revelación de San Juan -Apocalipsis. Es una guía infalible y de una actualidad contundente. Saludos cordiales.
EliminarSólo Dios es Santo y Da de una forma tal, que es una locura ver santos a los hijos de Adán y de Dios. Nos dió a Su Hijo Único; ¡solo Tú ere Santo!
ResponderEliminarAbrazos fraternos.
Cierto, cuando uno ve qué es y qué hace el hombre caído; cómo se arrastra por el fango y cómo blasfema contra su Creador... cuando uno ve eso y lo contrapone a la venida de Jesucristo Nuestro Señor para sacarnos de ahí y darnos la Vida Eterna... empieza a entenderlo todo aún sin entender nada :)
EliminarAbrazos fraternos.
pues ya lo ves, parece que el indigno católico Biden ha ganado las elecciones, y no con honradez. Los hijos de la tiniebla siempre son más astutos que los hijos de la Luz.
ResponderEliminarPero Dios lo sabe y a cada uno nos dará lo que merecemos.
Oremos para que se apiade de todos.
Abrazos fraternos
Parece que ya admiten el pucherazo informático hasta en la Secta -la Sexta-, que ya es decir por lo paranormal del fenómeno, jaja. Estos hijos de Satanás le han salido zafios y burros hasta a su padre sulfuroso.
EliminarSí, oremos y que Dios tenga piedad de todos nosotros.
Abrazos fraternos.