sábado, 19 de octubre de 2019

De la Carta a Diogneto

De autor desconocido, este tratado, del que pongo un fragmento, fue compuesto seguramente a finales del siglo II y pasa por ser, sin duda, la obra literaria más bella y mejor compuesta de la literatura apologética.

Su antigüedad nos ofrece una perspectiva privilegiada sobre el papel de la Iglesia y los cristianos en el mundo. Es, quizá, una explicación certera y directa del porqué, por ejemplo a la hora de ir a votar y tomar en consideración nuestro sistema político, embarga al cristiano una suerte de desapego imbatible y un escepticismo insuperable. Y no sólo, también nos ofrece una visión veraz (y alejada del balsámico autoengaño) sobre el trato que debemos esperar los cristianos por parte de una sociedad que se ufana de haber matado a Dios; sobre qué debemos esperar los cristianos de un mundo alejado de la ley natural, que es la ley de Dios.


Los cristianos en el mundo

"Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.

Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.

Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida.Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo.Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida.Los.judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad.

Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible.

El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar."

De la Carta a Diogneto (Cap. 5-6; Funk 1, 317-321)

4 comentarios:

  1. A los cristianos nos deberían de reconocer por nuestros actos, dichos actos deberían ser la consecuencia de nuestro Amor a Dios y a las enseñanzas de su Hijo que nos dejó dicho: "por vuestras obras os reconocerán" Saludos

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    1. Me has pillado editando la entrada y añadiendo algo más a la introducción, así como una imagen :)
      Estoy de acuerdo con lo que dices, Charo. Un cordial saludo.

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  2. Ojalà fueramos así todsvía. Un beso

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    1. Es un texto muy elocuente y escrito en los albores del Cristianismo. Lo más suave que nos puede ocurrir es no ser "entendidos" y ser "tolerados". Estamos en manos de Dios, somo siempre ha sido. Saludos cordiales.

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