Con el Rey en Cuba.

Si miramos hacia atrás en la historia reciente de España -más de un siglo hacia atrás-, encontramos un axioma que no falla y se repite con exactitud: los desastres que han asolado a nuestra nación llevan el nombre y el color de los socialistas. Solo, con anarquistas, con comunistas o con ambos a la vez, el socialismo nos ha traído miseria, desolación y confrontación civil. Porque el socialismo es sinónimo de regresión, de imposición de la máquina estatal en las parcelas privadas de la vida de los ciudadanos; es sinónimo de sectarismo y experto hacedor de trincheras ideológicas que acaban por encabronar y desestabilizar al grueso del tejido social que conforma la sociedad. El socialismo es venganza, y cuando camina junto al comunismo, implica el caos, un potentísimo y visceral anticlericalismo, purgas orgánicas y el control del verbo y pensamiento de los desgraciados que tienen que vivir bajo esa forma de gobierno. Por cierto, desde ayer, nosotros mismos, ciudadanos españoles.

Si nada lo remedia, y parece que no, los tenemos de nuevo aquí, mandando. Además, y para perfeccionar el desastre, con la necesidad por su parte de contar con los apoyos de los separatistas vascos y catalanes con la consiguiente factura a pagar entre todos: la unidad de España, que es también el bienestar y el futuro de nuestros hijos. Ordo ab Chao, reza la fórmula masónica por excelencia; orden diabólico nacido del caos perpetrado por sus huestes, por supuesto.