Dios se hizo hombre para morir por ti y por mí, no para morir por un "nosotros" abstracto y despersonalizado. No, Cristo murió por ti, lector, y por mí, quien escribe; por cada uno de nosotros, los que fueron, los que somos y los que serán, de un modo radicalmente personal, único. Del mismo modo, no son "los pecados del mundo" los que le llevan a la tortura y a una muerte de Cruz, no, son tus pecados y mis pecados los que le ciñen la corona de espinas; es tu miseria y la mía la que le arranca la piel a tiras como si nuestra necedad fuera un flagrum romano. Es, en suma, nuestro pecado individual el que le clava, una y otra vez, en la Cruz.
Pensar en términos generales diluye ante nuestros ojos la propia culpa. Señor, Señor, ¡soy culpable, yo te clavé en la Cruz y te sigo clavando cada vez que peco contra Ti! No, no hay faltas menores, las hay veniales porque no nos retiran definitivamente la amistad de Dios, pero no las hay menores. Cada pecado que cometemos contra Su Ley tiene fecha y hora concretas; es un acto concreto cometido por una persona concreta. Ser conscientes de ello y de que por ello Dios se hizo hombre para ser martirizado por ti y por mí, nos haría vomitar ante la sola expectativa de pecar, aunque sean faltas veniales. Y por supuesto nos pondría los pelos como escarpias ante la sola idea de comulgar con ese fardo sobre nuestros lomos.
Judas. Sí, Judas traicionó al Señor Jesús, pero de algún modo misterioso esa traición estaba escrita y prevista en la historia de la Salvación. Dios-Hijo tenía que morir en carne humana para redimirnos de nuestros pecados: Dios-Padre no eximió a Dios-Hijo de beber el Cáliz de la Cruz, debía ser entregado y alguien debía traicionarlo. ¿Y nosotros? ¿Acaso somos mejores que Judas? ¿Acaso mejores que Pedro cuando Le negó tres veces? ¿Cuántas veces negamos a Cristo cuando las circunstancias sociales nos ponen en la tesitura de dar testimonio de Él o, por el contrario, de callar como canallas? ¿Cuántas veces seguimos compadreando con aquellos entornos, que niegan o blasfeman contra Su Sagrado Nombre, por no perder el favor del grupo? ¿Cuántas veces, en suma, traicionamos a Cristo nuestro Señor? Hoy es Martes Santo y pronto la muchedumbre elegirá a Barrabás.
Le negamos cada día. Un beso
ResponderEliminarDemasiadas veces nuestros "despistes" son monumentales y no tenemos a Cristo presente en cada acto y pensamiento de nuestro día a día. La materia en nosotros impide que el espíritu dirija nuestros actos como quisiéramos. Ya lo dijo San Pablo en Romanos 7:19-25 "Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. !Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?"
EliminarSaludos cordiales.
El personalizar estos hechos de la muerte y pasión de Jesús se hacen todavía más cercanos, se siente más el sufrimiento de la Cruz y el Amor tan intenso de Cristo y todo por mí, por tí...Saludos
ResponderEliminarDios nos conoce por nuestro nombre desde el principio de los principios, mucho antes de nacer. Además, Dios se hizo hombre; se hizo uno de nosotros, se hizo personal, cercano. Sí, hay que personalizar, y tanto que hay que personalizar. Saludos cordiales.
EliminarNosotros, creo que a diferencia de Judas, debemos considerar siempre la Misericordia de Dios muchíííísimo mayor que el cúmulo de todos mis pecados; ¡Jesús en Ti Confío!. Paz y Bien. Abrazos fraternos.
ResponderEliminarSanta María, Madre de Dios, ruega por nosotros para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Que seamos dignos de alcanzar Su Misericordia, Madre, ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
EliminarAbrazos fraternos.
Eso es cierto, mi culpa es mia y de nadie más. Y hacerme consciente de la gravedad de mis pecados es conveniente en un mundo que diluye en una nube de superficialidad nuestras acciones malas. Más también es cierto, como siempre en la visión cristiano-católica que es equilibrio de fuerzas, que el Amor, el Perdón y la Misericordia del Señor siempre, siempre son mayores que mis pecados. Pidamos, sí, la gracia de una contrición auténtica y al mismo tiempo esa confianza contra toda tentación que nos hará acercarnos a la Salud de nuestras vidas mermadas, Jesucristo.
ResponderEliminarGracias por tu post de hoy, es sincero, luminoso y necesario.
Abrazos fraternos
Así es, Neila, Su Misericordia es infinitamente mayor que nuestros pecados, pero también es verdad que debemos hacernos dignos de tamaña Gracia, por eso decía que tenemos que ponernos en el foco del pecado del mundo. Jesús muere y resucita por cada uno de nosotros, individualmente. Pidamos la Gracia de Dios para tener el corazón contrito, la Gracia de sabernos pecadores y redimidos por la preciosísima Sangre de Jesucristo Nuestro Señor. Como dice Kim, ¡Jesús, confío en Ti! ¡Jesús, hazme digno de Ti!
EliminarAbrazos fraternos.